El jardín del Edén

Sobre la obra ‘Adán y Eva’ de Josefa Tolrà
Daniel Bonet

(…)
El conjunto dedicado al Jardín del Edén –recordemos que paraíso deriva de paradeisos, palabra persa que significa jardín- muestra un silencioso ensamblaje de energías que fluyen armónicamente. Hay pájaros y otros nobles animales como el león, el pavo real y el perro. Los rostros de Adán y Eva son jóvenes y transmiten serenidad; él quizá más ensimismado, ella esbozando un leve intento de comunicarnos algo. Sus cuerpos son casi transparentes. Ambos sumidos en un sueño atemporal del que sin embargo despertarán, pues el “Arbol de la ciencia del bien y del mal” se yergue entre los dos y la serpiente se acerca sinuosa.
Hay una visión esotérica del Paraíso terrenal que sugiere que éste estaba situado en un plano espiritual o arquetípico, según la concepción platónica. Las formas, aunque concretas, no eran materialmente rígidas sino etéreas y luminosas. La expulsión del jardín edénico cabe interpretarse en este sentido como un descenso a la materialidad (se lee en el Génesis que al verse desnudos tuvieron que “cubrirse con pieles de animales”, es decir, adoptaron un cuerpo denso), así como una caída en la temporalidad.
En las visiones espirituales de AC Emmerick, recogidas por el poeta romántico Clemens Brentano, encontramos sorprendentes revelaciones sobre el Paraíso. “Hay una muralla en torno del Paraíso de gotas de agua que forman toda clase de figuras y de flores, como se suelen ver en los tejidos y bordados.(…) Adán y Eva eran como dos niños inocentes, maravillosamente hermosos y nobles, cubiertos de luz como si fuera un vestido fluorescente. (…) He visto como recorrían por primera vez el Paraíso terrenal. Los animales les salían al encuentro y les servían y acompañaban. He visto que tenían más relación con Eva que con Adán. Me parecía que Eva tenía más contacto con la tierra y las criaturas de la naturaleza; ella miraba más hacia abajo y en torno suyo y se manifestaba más curiosa e investigadora. Adán era más silencioso y más dirigido hacia su Creador que hacia las criaturas”.
Cuentan que el pintor y poeta visionario William Blake vislumbró fugazmente el Paraíso en su pequeño jardín londinense. También parece que Josefa Tolrá, en la quietud de su casa de Cabrils, descubrió un jardín secreto y nos habló de él a través de sus poéticos dibujos.

(Fragmento, artículo de catálogo)

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