HABITAR LOS INSTERSTICIOS. ARTE Y OTRAS REALIDADES

Teresa Grandas
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Paralelamente a la profusión de sociedades teosóficas y espiritistas, se creó la Society for Psychical Research en Cambridge (1882) y en Harvard (1885), a través de las cuales los científicos buscaban respuestas racionales a las manifestaciones de lo oculto. El descubrimiento en noviembre de 1895 de los rayos-x, una radiación electromagnética no visible que atraviesa cuerpos opacos, y su rápida difusión en prensa antes de finalizar el año, alcanzó una pronta trascendencia no sólo a nivel científico, sino también a nivel divulgativo y en los estudios sobre fantasmagorías y alucinaciones. La radiografía pronto tuvo un paralelismo con la llamada fotografía fluídica del pensamiento. Y todo ello trascendió en la visualización a través de la pintura. En este contexto, Charles Leadbeter y Annie Besant realizaron en 1905 los «Thought Forms» , una serie de dibujos del vacío en los que se hacía patente la ausencia de formas físicas y que mostraban la supresión del estado de percepción convencional. Casi al mismo tiempo, surgieron estudios sobre la cuarta dimensión, como el de Gaston de Pawlowski en su libro Viaje al país de la cuarta dimensión (1912); o el trabajo del arquitecto y teósofo Claude Bragdon, quien publicó en 1913 el libro A Primer of Higher Space (the Fourth Dimension), sobre las implicaciones filosóficas y religiosas de la posible existencia de una cuarta dimensión en el espacio. En esos mismos años, Rudolf Steiner fundó la Sociedad de Antroposofía (1913), una organización que pretendía establecer unas bases científicas para la experiencia espiritual y el conocimiento metafísico, desde la convicción de que el universo interior era tan real como el material. En sus conferencias, utilizaba pizarras negras sobre las que ilustraba sus teorías con colores, ya que creía en su capacidad de alterar la percepción espiritual. Sus dibujos, más allá de su utilidad pedagógica, constituyen verdaderas cosmogonías que admiraron a Borges e inspiraron a Beuys. Steiner consideraba el pensamiento como un órgano de percepción, igual que el oído o la vista, en su caso perceptor de ideas.
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Fragmento texto del catálogo

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