«Orizontes hermanos»
Josefa Tolrá produced her works in a state of mediumistic trance state in the 1940s and 1950s in rural post-war Spain, at the time when the CIA was developing mind-controlling programmes to alter the behaviour of individuals after the Second World War. By experimenting on depriving the senses, stimulating the brain, subliminal projection and also the use of chemical substances to expand the consciousness, they tried to achieve alterations in behaviour and control it and in the 1950s these experiments included hypnotisers and telepaths. The truth is that, besides the ideological, political or military reasons which drove these experiments, the need to study the expansive possibilities of the mind was not new, and the CIA was simply following an earlier tradition which appeared in the second half of the 19th century. Altering human behaviour using extra sensorial aspects has been stigmatised throughout history, and paranormal visions and actions, which have become popularly known as hallucinations, have been regarded by medicine as erroneous, faulty or deceitful actions. Treated as pathologies of the nervous system and related to hysteria or states of alienation, they were regarded different from the healthy spirit. The modern project that appeared in the industrial society, marked by a positivism that hailed rational aspects as something that could be proved or objectivised, marginalised this kind of phenomena. However, hallucinatory experiences soon began to gain interest as a kind of dissidence against the restrictive authority of Reason. Its potential subversiveness became appealing not only because of it contributing to alternative methods of producing knowledge, but also to forms of creative experimentation, and even to science which had initially ignored it. Philosophical, theosophical, scientific and artistic studies focused on the non-visible aspects, and would converge on numerous occasions despite their apparently unconnected aspects, in a gradual interest towards occultism, spiritism, and forms of trance that enabled one to enter other states of consciousness such as telepathy, hypnosis or mental suggestion.It is in the debate between philosophy, phenomenology and neuro-cognitive sciences where new processes of subjectivation appear concerning the epistemological aspects, perception, aesthetics and intersubjectivity.
(…) Teresa Grandas
Josefa Tolra, spiritualist healer and artist (Cabrils, Barcelona 1880-1959)
Between 1941 and 1959 Josefa Tolra produced more than a hundred drawings, wrote numerous texts and embroidered a range of shawls. A patient and absorbing activity done at home while attending to the needs of her family and neighbours who visited requesting her help as a healer. A gentle lady, she took up drawing to help her to overcome the enormous sadness caused by the death of her two sons: “only when I’m drawing I feel at peace”. She never wanted to be an artist nor did she seek recognition, drawing was an antidote against the need to overcome the existential pain. Without studies or artistic influences, her work is spontaneous while at the same time very detailed, done through the exercise of graphic patience and extrasensory inspiration.
Josefa Tolra drew and wrote without aesthetic or literary pressure other than as a mediator between the material and spiritual world, and she titled her works as “fluid force drawings”. A spiritualist creativity which neither the museums nor the history of art can classify because it is outside the norms and it does not conform to any conventional oversight. Her drawings show us how to see things anew and to understand that her experience also contributes to the great encyclopedia of contemporary knowledge.
Médium y artista, Josefa Tolrà (1880-1959)
Pilar Bonet
En sesión especial, reservada para invitados, la Sala Gaspar de Barcelona
inauguró el 18 de enero de1956 una exposición de dibujos de Josefa Tolrà. Actividad
programada por los amigos de la asociación cultural Club 49, amantes de la
clandestinidad y los laberintos del inconsciente. En aquella ocasión, artistas,
patrocinadores, críticos y amigos se reúnen para admirar los dibujos de una mujer casi
octogenaria, desconocida en los ambientes académicos y culturales, que traza
misteriosas figuras bajo estados de trance mediúmnico. La exposición fue nocturna,
privada y breve. Una ocasión excepcional para un personaje inédito, una campesina
de Cabrils que recrea extraordinarias visiones de gran contenido simbólico. En aquella
exposición se mostraron 12 dibujos elegidos por el psiquiatra Joan Obiols, en
diferentes técnicas y formatos, la mayoría de ellos bajo el título Dibujo fuerza
fluídica. El crítico de arte Alexandre Cirici Pellicer comentó dichos y hechos de la
autora.
Josefa Tolrà, “la maravellosa dibuixant Pepeta Tolrà de Cabrils”, como la
describe Cirici Pellicer, fué un personaje fascinante entre los artistas del grupo Dau al
Set y los socios del Club 49 que la visitaron lo largo de los años cincuenta. Una artista
autodidacta que empezó a dibujar a los sesenta años, sin afán de notoriedad, alejada
del mundo oficial del arte y próxima al universo astral. Sus obras manifiestan un
mundo interior que germina defuera los planteamientos tradicionales del arte y que se
perfecciona a lo largo de los años en trazo y representación. Joan Brossa es uno de
sus admiradores, el poeta siente una verdadera complicidad con la naturaleza
hipnagógica de la médium. Josefa puede ver el aura de las personas, disertar sobre
filosofía o teoría del color, escribir largos y enigmáticos textos en castellano (lengua
que casi desconoce) y dibujar personajes con rostros de enorme profundidad
espiritual. Los dibujos, como los textos, son parte de un mundo que aborda en sus
estados de conciencia multidimensional, cuando atiende las voces que la envuelven o
vislumbra seres ingrávidos entre flujos de energía astral: son los personajes fluídicos,
sus hermanos espirituales.
Entre 1942 y 1959 esta clarividente de Cabrils realiza casi un centenar de
dibujos, escribe e ilustra numerosas libretas, compone poemas, transcribe textos,
borda mantones con filigranas fluídicas, redacta una novela y atiende a sus vecinos
como sanadora. Una mujer sin estudios, humilde y apacible, que empieza a dibujar y
escribir como antídoto a la tristeza y la depresión que le ocasiona la muerte de sus
dos hijos varones. El dolor le abre paso directo hacia el más allá, esa matriz cósmica
omnipresente, y empieza a interpelar las voces que murmuran tomando nota de los
dictados. Seres desconocidos y guías espirituales dialogan con Josefa, quien
transcribe con primorosa caligrafía y mágicos caligramas. Ella es, según relata, «una
hermana que tiene la misión de trabajar en el dibujo y también de escribir con
trasmisión de pensamiento». En poco tiempo la médium se hace popular entre artistas,
poetas y amigos que la visitan en su casa de Cabrils, residencia que nunca abandona:
Joan Brossa, Joan Obiols, Alexandre Cirici Pellicer, Modest Cuixart, Antoni Tàpies,
Moisès Villèlia, Magda Bolumar, Maria Dolors Orriols, Enrique Modolell o Manuel
Cuyàs son algunos de ellos. Todos admiran la visión espiritual de los dibujos, la
técnica gráfica, el misterio iconográfico y los discursos. Joan Brossa mantiene un
vínculo muy especial con la médium y en numerosas ocasiones recordará sus
extraordinarios momentos de catarsis plástica. No se trata de una mujer excéntrica, ni
marginada o loca, Josefa nunca recibe tratamiento médico ni sufre exclusión social, su
obra debe interpretarse desde la singularidad de una visión más allá del mundo
material, capaz de conexiones inusuales entre el cuerpo y la mente en el espacio
infinito de los múltiples mundos.
Piadosa y espiritista, amiga de sus vecinos y madre nostálgica, Josefa Tolrà es
un personaje que se oculta y reaparece entre los arabescos de sus dibujos, en los
jeroglíficos del texto y las fórmulas mágicas del vivir. Una artista y mujer, una más
entre tantas otras ya reconocidas, que encuentra en la creación de dibujos y bordados
un antídoto para el desasosiego interior: «solo cuando dibujo me siento en paz»,
declara a sus familiares. Esta mujer de extraña creatividad, de imposible
clasificación, muere apaciblemente en 1959 iniciando su último viaje hacia los «seres
de luz» que siempre le han acompañado. Su única hija, Maria Lladó, preservó el
legado, así mismo la voluntad de no comercializar las obras. Los dibujos son regalos
de los ángeles de luz, ella solo una mediadora entre los guías espirituales y el mundo
físico, y por lo tanto se ofrecen como dádiva para disfrutar de tal escritura simbólica.
Josefa Tolrà regalaba los dibujos, fruto del poder creador que llevamos dentro y que
ella trazó con paciencia y amor.
…
(Fragmento, artículo de prensa)