Archivo de la etiqueta: mistic art

Segunda Edición Ampliada: «Josefa Tolrà. Médium y artista»

Pilar Bonet Julve (ed.) Josefa Tolrà. Médium y Artista (1880-1959)

Mataró (Barcelona): Associació Josefa Tolrà / ACM, 2020.

Segunda edición ampliada [Texto en Español-Text en Català-Text in English]


21 x 16 cm / 272 pág. / color

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They do not claim originality: Josefa Tolrà, Hilma af Klint, Emma Kunz, Nina Karasek, Magde Gill, Jeanne Tripier…

Their art does not come from art, that is the basic premise. Their concerns are not artistic or commercial. The materials are poor, fragile… They use the wrapper of chocolate or threads of old fabrics, they draw on all kinds of papers. They do not claim originality or Épater les bourgeois. They do not experiment with the image, but they reveal the Image and share it as a spiritual and life mission. The embroideries, the drawings or the texts that they make are intuitive and come from inner visions, from the transcription of hearing or visual messages that are sent to them by “beings of light” (souls). They are not avant-garde in a historiographical sense, they are needed creations that they cultivate in other more humble and biological gardens. Some have received artistic training, such as Hilma af Klint or Nina Karasek, but they use this knowledge to work from the dictates and visions, more concerned with extrasensory communication and symbolic messages than formalisms. They deal with abstraction and figuration without pretending to be pioneers of anything, only modest mediators as they define themselves. (…)

(Pilar Bonet)

Creativity of healers, mediums and visionary women

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Exposición «Lenguaje esférico» en Lugo

Los dibujos de Josefa Tolrà generan un círculo de mujeres artistas reunidas por el lema: Solo cuando dibujo me siento en paz.

Galeria Iskoö, Lugo.

     

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‘Todos somos sensitivos’, texto de la artista Mapi Rivera sobre Josefa Tolrà

Todos somos sensitivos. C. W. Leadbeater.
Sin embargo, cuanto más indagábamos sobre estas personas sensitivas, más cuenta nos dábamos de que, en realidad, todos tenemos estos dones, solo que en la mayoría de los casos están aletargados, en un estado de latencia que necesita ser despertado. Según el teósofo C. W. Leadbeater (1854-1934), todos somos clarividentes, todos podemos “ver claro”. Las técnicas de acceso a la visión se encargan precisamente de esto, de desplazar nuestra percepción ordinaria para que nos sea posible “ver” de forma extraordinaria.

Leadbeater, en una publicación titulada Clarividencia y los anales akáshicos, explica con minuciosidad en que consiste el don de ver más allá de lo ordinario que poseen muchos sensitivos. La clarividencia es para Leadbeater, “el poder de ver lo que se halla oculto a la mirada física ordinaria. A menudo acompañado de la clariaudiencia o el poder de oír lo que es imperceptible para el oído físico ordinario”. El mismo Leadbeater era capaz de visionar las auras o campos en energéticos de las personas, con lo que su definición de la clarividencia se basa en su propia experiencia sensitiva.

Leadbeater reconoce la existencia de un doble etéreo, que desvela sus desequilibrios, enfermedades, “emociones, pasiones, deseos y tendencias”. Al mirar a una persona, el clarividente “la verá rodeada de una niebla luminosa del aura astral, brillando con toda suerte de colores, y cambiando constantemente de matices y de brillo a cada variación de los pensamientos y sentimientos de la persona”.

Este estado de visión puede dilatarse hasta la percepción de entidades espirituales, tal como era el caso de la médium y artista Josefa Torlà. La sensitividad de Pepeta, así la llamaban los más próximos, eclosionó tras una crisis profunda, cuando murieron sus dos hijos y ella ya contaba con sesenta años de edad. De la mano de la comisaria e historiadora del arte Pilar Bonet que ha rescatado sus dibujos y bordados, apenas mostrados mientras ella vivió, para el presente nos detenemos en su vida y su experiencia. En nuestra investigación tratamos otras personas que, de forma mediúmnica, crean sin haber tenido conocimientos previos, como Victorien Sardou, Hélène Smith o Agustín Lesage, sin embargo Josefa Torlà es el mejor y el más cercano ejemplo de persona sensitiva y creadora, ya que tenía la capacidad de ver el aura de las personas, hacía recetas sanadoras para sus vecinos sin cobrar por ello y cuando los “seres de luz” se lo indicaban regalaba algunos de sus dibujos.

(…)

(Detalle dibujo de Josefa Tolrà)

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Sobre la obra ‘Virgen del peregrino’ de Josefa Tolrà. Texto de Raimon Arola.

LA DONA D’AIGUA I EL SEU FRUIT
Raimon Arola

1. Normal i estrany
El món occidental és ben sorprenent, ha arribat a considerar estranys a les dones i als homes que contemplen els éssers imaginaris, que veuen dracs, dones d’aigua, unicorns i la resta d’un bestiari fascinant; en canvi, aquells que no veuen més que la matèria exterior són considerats normals. Realment, aquest plantejament sembla quelcom greu, i encara ho sembla més si tenim en compte que el món global s’emmiralla en el món occidental.
Tanmateix els humans que veuen i conviuen amb els éssers imaginaris no són, ni molt menys, especials ni estranys. Ells viuen en companyia de la natura viva, els estranys, podríem dir, són la resta, que necessiten jocs informàtics i altres mitjans semblants per contemplar un tímid reflex de la vida oculta!
M’explicava un amic savi i, segurament per això, desconegut del món, que Occident va deixar de contemplar als éssers que viuen en l’interior de la natura quan, a partir de la Edat Mitjana, va dedicar-se a cremar als vidents i als dotats de capacitats mediúmiques, acusant-los de bruixeria i altres males màgies. I, també, quan uns altres personatges amb les mateixes capacitats seguien els seus impulsos espirituals i entraven en convents o ordres cèlibes de tota mena. Així, els uns per una mort prematura i els altres per un vot de castedat, les dones i els homes amb sensibilitat per veure espectres de la realitat que no tothom pot observar van deixar de reproduir-se i, per tant, de transmetre el seu llinatge especial. D’aquesta manera, els europeus van anar aniquilant poc a poc un dels tresors més preuats de la humanitat, com un fill neci es gasta el bo i millor de l’herència.
Després, aquest dipòsit familiar és ben difícil de recuperar, quasi impossible, i només l’atzar –per dir-ho d’alguna manera– procura que nous individus es relliguin secretament amb llinatges antics i puguin tornar a contemplar la natura viva i oculta, amb tota la seva esplendor d’actors i de llocs. Evidentment amb aquestes paraules ens referim a la Josefa Tolrà, una dona normal entre tants i tants individus insòlits i peregrins que no veuen més enllà d’allò que tenen davants dels nassos.
Els éssers espirituals que eren contemplats per la Josefa apareixen molt ben explicats en les obres d’un gran savi suís, metge, teòleg i vident, anomenat Theophrastus Philippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, més conegut com Paracels (1493-1541). Per uns, Paracels fou el darrer dels savis medievals, per altres, el primer savi modern, però en qualsevol cas, en els seus llibres s’ensenya que els éssers imaginaris que apareixen en qualsevol festa tradicional no són invencions de la cultura popular, sinó que estan fortament arrelats en la gran tradició màgica renaixentista. Però, abans d’endinsar-nos en les teories de Paracels voldríem aturar-nos un moment en l’obra de la Josefa Tolrà, concretament en un petit dibuix, doncs, sens dubte, ella va conviure amb molts d’aquestos éssers objectes de l’atenció de Paracels.

(Fragmento, artículo catálogo)

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Josefa Tolrà, sobre la autoridad restrictiva de la Razón

HABITAR LOS INSTERSTICIOS. ARTE Y OTRAS REALIDADES
Teresa Grandas

Josefa Tolrá realizó sus obras en estado de trance mediúmnico entre los años cuarenta y cincuenta. En el contexto rural de la postguerra española y en el mismo momento en el que tras el final de la segunda guerra mundial, la CIA desarrollaba programas de control para modificar el comportamiento de los individuos. Mediante experiencias de privación sensorial, estimulación cerebral, proyección subliminal, así como del uso de sustancias químicas de expansión de la consciencia, se buscaba obtener alteraciones y dominación de la conducta; en los años cincuenta incluyeron a hipnotizadores y telépatas en sus investigaciones. Lo cierto es que más allá de las razones ideológicas, políticas o militares que impulsaban estos experimentos, la necesidad de estudiar las posibilidades expansivas de la mente no eran un fenómeno nuevo, y la CIA simplemente se hizo eco de una tradición anterior que eclosiona en la segunda mitad del siglo XIX. La alteración del comportamiento humano a través de lo extrasensorial había sido estigmatizada a lo largo de la historia. Visiones y acciones paranormales, lo que se ha dado en llamar alucinaciones, habían sido consideradas por la medicina como actos erróneos, fallidos o engañosos. Tratadas como patologías del sistema nervioso, relacionadas con la histeria o estados de alienación, se distinguían del espíritu sano. El proyecto moderno que surge en la sociedad industrial marginó este tipo de fenómenos, marcado por un positivismo que exaltaba lo racional como aquello comprobable, demostrable, u objetivable. Sin embargo, la experiencia alucinatoria interesó pronto como forma de disidencia respecto a la autoridad restrictiva de la Razón. Su potencial subversivo atrajo no sólo por su contribución a los métodos alternativos de producción de conocimiento, sino también a las formas de experimentación creativa, e incluso a la ciencia que inicialmente la había ignorado. Estudios filosóficos, teosóficos, científicos y artísticos se centraron en lo no visible, y convergirían en numerosas ocasiones a pesar de sus inquietudes aparentemente inconexas, en un interés progresivo por lo oculto, por el espiritismo, por formas de trance que permitían acceder a otros estados de conciencia como la telepatía, la hipnosis o la sugestión mental. Es en el debate entre la filosofía, la fenomenología y las ciencias neuro-cognitivas donde surgen nuevos procesos de subjetivización que atañen a lo epistemológico, a la percepción, a la estética y a la intersubjetividad.

(Fragmento, artículo catálogo)

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SOBRE EL DIBUJO «Adán y Eva» de Josefa Tolrà, artículo de Daniel Bonet.

E L  J A R D I N  S E C R E T O
Indagaciones simbólicas en la obra ‘Adan y Eva’ de Josefa Tolrà
Daniel Bonet

La primera sensación que los dibujos de JT provocan en el ánimo de un observador atento, pero que nada conoce acerca de la autora, es sin duda la de encontrarse ante una obra singular y enigmática. Un halo misterioso envuelve tanto a ignotas criaturas como a conocidos personajes bíblicos. Todos con grandes ojos cuyas miradas parecen interrogarnos desde el otro lado del espejo, aunque sin provocar inquietud.
Si ese mismo observador se preguntara acerca del autor de tales imágenes, fácilmente supondría que se trata de una mujer. Ya los dibujos infantiles de las niñas suelen distinguirse de las de los niños por un enfoque más sutil tanto al elegir los motivos como al representarlos. Podría igualmente presumir que la autora es ajena a cualquier formación artística, la espontaneidad y candor de la obra así lo sugieren. No hay tanto una voluntad de mostrar ciertas habilidades como de permitir que algo surja en la blancura del papel. En efecto, no parece que se considerara a sí misma una artista. Dibujaba por la necesidad de hacerlo y a menudo sus obras eran objeto de regalo a personas interesadas.
Cuando se conocen más datos de la vida de JT, en realidad poco añaden sustancialmente a esa primera impresión. Aunque es cierto que toda biografía ayuda a comprender los acontecimientos que ponen en marcha determinados procesos interiores. En este caso, una mujer que vivió una existencia tranquila en una pequeña localidad y en la que el sufrimiento por la perdida de sus hijos pudo alterar de algún modo su percepción ordinaria – la estructura racional de la mente- permitiendo que a través de ciertas fisuras psíquicas su conciencia se pusiera en contacto con presencias etéreas. Difícil sería concluir si sus expresiones artísticas eran una forma de imaginación invocativa, el querer hacer visible aquello en lo que creía, o bien su función fue más bien pasiva o mediúmnica, como parece desprenderse de ciertas anotaciones en sus cuadernos. O quizá ambas posibilidades sean igualmente ciertas.
De la misma manera, es arriesgado considerar patológica cualquier manifestación de “estados alterados de conciencia”, especialmente en el caso de que la persona en cuestión lleve al mismo tiempo una existencia del todo normal en los diferentes ámbitos de la vida, como sucede en este caso.

(Fragmento, artículo del catálogo que se presentará el 21 de febrero 2014)

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